Tengo que ser muy sincero: se muy poco de la Fundación de la Villa de San Antonio de Gualeguay Grande en 1783, un 19 de marzo.
Solo pienso en las ganas que había que tener para venirse desde Buenos Aires para tratar de imponer la paz entre algunos vecinos, que cuando no, andaban con algunas diferencias.
En la Escuela algo nos contaban cuando llegaba el aniversario pero nunca logré ponerle carne a la historia. Había y hay una calle que recuerda al fundador y una plaza, de ubicación dudosa, frente al cementerio, a la que recuerdo de Los Días de Animas, y cercada con alambrado. La recuerdo sin gente además, sin juegos para los chicos por ejemplo, sombría y hasta me animaría a decir que por los días de mis recuerdos no tenía bancos. Tomás de Rocamora, nació en Nicaragua. Dicen que en México se encontró con Vertiz, nombrado funcionario en Buenos Aires y se vino con él. Serían finales de 1780. Era militar, y seguramente le habrán prometido algo importante o tenía un gran espíritu emprendedor, o de aventuras.
Como sería todo esto me pregunto: que animales habría, que caminos, que posadas, que comodidades “para el viajero”?
Nada; seguramente no había nada. Ni luz, ni sendas, ni mapas, ni BlackBerry, ni hablar de GPS de esos que buscamos para nuestros autos, aunque vayamos de Gualeguay a Puerto Ruiz. “A tientas vendría Rocamora con su gente”. Y ahí nomás funda para la Corona las villas de Gualeguay, Gualeguaychu y Concepción del Uruguay. Era, dicen los estudiosos una manera de sentar soberanía.
Quien tenía datos de todo esto era Humberto Vico, gran historiador de nuestras cosas, respetado profesor quien asentó todo la información en sus conferencias y en sus libros.
El que también debe acumular saberes sobre como era esta villa entonces, cuando la fundación, debe ser seguramente Roberto Romani, y sería bueno escucharlo, para saber más de donde venimos.
De todos modos, lo que me interesa ahora, no son los años, ni las manzanas que formaban aquel primer asentamiento, ni como se repartieron las tierras, que es otro aspecto interesante. Lo que me interesa es como nos re-fundamos. Como empezamos de nuevo.-
Como salimos de esta decadencia que pareciera no tener fin, que nos agrisa la mirada y el alma.
La magnifica película Luna de Avellaneda, de Juan José Campanella, se retrata la caída de un club social que va en camino de ser convertido en Casino, de la mano de un político influyente que se presenta como el salvador. Sin dudas que el club es la metáfora de la Argentina y de su gente. En “la cinta” diría mi padre, uno de los personajes, creo que encarnado por Darin, que lucha para que el club no vaya a la quiebra y se venda, mira su viejo carné de socio, retratado con carita de nene, pero ya hombre y se pregunta; “como se funda un país”? Como hacemos para juntar la fuerza y el coraje de Rocamora y ponemos de pie a esta ciudad, fundada en medio de la nada en 1783 y que por momentos parece que no sabe a donde va, como vencida, o peor, resignada. Podemos. Estoy convencido de dos cosas; que necesitamos refundarla, y que lo podemos hacer. Solo tenemos que empezar a pensar un poco mas en grande y mas en los otros, sin importar de que partido o a que línea interna pertenecen. Solo tenemos que pensar en los que nos necesitan; los que reclaman salud, trabajo y educación. Y muy especialmente, que se ponga fin a las peleas de vecinos, como ocurría en tiempos de Rocamora, aunque ahora nadie vendrá, sino que somos nosotros los que tenemos que salvarnos.
Luis Garibotti
¿Cómo nos refundamos?
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